El mundo del equilibrio
Capítulo 24
Desesperación
Malditos sean estos seres que no
comprenden la fragilidad de este plano, más aun de esta vida, no quería decirle
nada a este antiguo ser que se supone guarda los más altos conocimientos de la
conciencia superior, ya habíamos viajado por varias horas y note que en la guantera guardaba un arma de fuego, una
licorera y un paquete de cigarrillos, estaba tan furiosa por todas estas
situaciones que agarre la licorera y tome un sorbo de esa bebida que pasaba
ardiente por mi garganta, y no solo fueron un par de tragos, me dedique a
vaciar la licorera y después entre tantas frustraciones agarre un cigarro colocándolo
en mi boca y me dispuse a buscar el encendedor de cigarros que está en
cualquier automóvil, lo encendí con gran desesperación recordando a Sirrah y su
empedernida forma de fumar y no lo culpo… no sé si sea por esta desesperación que
ahora aspiro con poca sutileza ese humo
envenenado que se impregna en mis pulmones.
-¿Qué me miras?
Le dije a Gabriel mientras me veía
fumar y viendo hacia todas direcciones.
-¿Por qué haces esto? Me pregunto.
-¡Por la misma maldita razón que
tu mataste a ese hombre!
Se quedó callado por varias horas
mientras veía perplejo el mundo que se suponía tendría que proteger más nunca
lo hizo. Pude captar que no entendía el caos que nosotros llamamos humanidad, más
aun no entendía todas esas sensaciones que son cotidianas para los seres
humanos, mas yo no quería pronunciar
nada, mi propia ira solo empeoraría las cosas.
-¿existe un mar en el plano de la
luz? Pregunte con sarcasmo.
-¿Qué es eso?
Otra vez su ignorancia se hacía
presente. ¿Cómo se suponía que estos seres gobiernan y protegen estos planos sin siquiera
conocerlos? Cada vez más siento esa típica decepción a la que ya me estoy
empezando a acostumbrar.
-pues lo veras, estamos cerca de
uno.
Con esas palabras vimos el mar en
todo su supuesto esplendor, me estacione a varios metros de la orilla y Salí furiosa
del auto caminado hacia la orilla para
luego sentándome en ese justo lugar donde puedes humedecer tus pies con las
olas, me quede ignorando al caído que ahora estaba caminando hacia mí.
-¿a esto le llamáis mar? Es…
hermoso.
-¿Por qué no te callas?
-¿y si no lo hago qué? Dijo de
forma sarcástica.
No hice caso a sus palabras y me
quede viendo al horizonte pensando en cómo haría para que toda la hermosura que
me rodea no desaparezca.
-¿Por qué mataste a ese hombre? Dije
susurrando.
-¡por la misma razón del porque nací!
Nací para destruir todo rastro de oscuridad.
¿y quién demonios eres tú para
decidir quién tiene esa oscuridad? ¡No eres nadie para juzgar a los humanos! ni
siquiera porque ya eres uno.
-¿acaso no es la razón de
existir? Aniquilar al mal y de esta forma mejorar la vida de los débiles que no
pueden hacer nada.
-¡cállate! ¡Es esa combinación de
luz y oscuridad las que nos hace humanos! O ¿es que no lo notaste? Si fueras
tan perfecto entonces ¿Por qué no notaste esa furia que te domino al matar a
ese hombre!
Gabriel no dijo nada, solo se sentó
al lado mío y sintió el agua salada del mar
recorriendo sus pies.
-¿esto es el anochecer? Es más
hermoso que el mismo mar… ahora quiero que sepas algo, si hubiese sabido que
esto era tan hermoso hubiese caído mucho antes.
-ahora despídete del sol… un
momento… ¡algo no está bien!
El sol mientras se escondía en el
horizonte se hacía más tenue, y no era producido
por el habitual crepúsculo, no…. Ahora el sol se hacía de un tono cada vez más gris, y las
nubes se hacían más densas.
-¿es esto normal? Pregunto Gabriel.
-¡no! esto… ¡no tendría que
pasar!
El aire se hacía más denso y frio
y aunque en este momento estábamos en un clima más tropical hacia tanto frio
que podíamos notar nuestro aliento en el aire.
-si ya no hay deidad de luz
entonces poco a poco el universo se tornara en oscuridad- dijo Gabriel con voz
quebrada.
-¡Maldita sea! Grite golpeado
fuertemente la arena varias veces
-¡esto es mi culpa! Yo… yo sabía
que destruiría este universo y tan solo por no poder controlarme, ¡ahora el
principal tiene la guerra ganada! Todo lo que una vez ame desaparecerá. ¡No!.
Podía escuchar la voz del principal,
podía escuchar sus carcajadas en cada célula de mi cuerpo, mientras mas reía
menos podía controlar el equilibrio pero…
-¡Cálmate! Eso es lo que él
quiere, ¡quiere saber dónde estáis!
Mas sus palabras no sofocaron
toda esta ira, ahora mi aura crecía más y más ya que ahora las reglas están rotas
y todo está permitido. El agua hervía matando a los peces, el aura quemaba la
arena convirtiéndola en vidrio.
-¡ya!
Gabriel me dio un golpe en el
rostro con todas sus fuerzas mientras empezaba a nevar, los copos de nieve cubrían
paulatinamente todo, ahora que me salían lágrimas de desesperación, vi el
cuerpo de Gabriel que estaba parado a mi lado, se veía tan imponente pero tan sereno
a la vez.
-¡tú destruiste mi mundo!, tú y
solo tu mataste a mi padre y sé que tú no me perdonarías si ya hubiese matado
al tuyo así que no debería tener compasión contigo, para mí sería más fácil matarte
en este instante y luchar contra el principal con todos mis hermanos mas no lo
voy a hacer, por algo mi padre dejo que lo mataras. Ahora… ¡ven! Puedo sentir
en mi corazón las carcajadas de ese maldito, no está muy lejos.
Entramos al automóvil de nuevo
pero este no encendía y golpee el volante, con rabia me quede pensando en cómo
vamos a llegar hasta él y así pasaron varios minutos pensando, decidí calentar
el auto yo misma a ver si encendía. Salí del auto y le explique a Gabriel como
encenderle, la ventisca no dejaba ver nada, más aun así puse mi mano derecha en
el capot invocando el poder de mis antepasados con simples susurros.
-Enciende… ¡ahora!
Gabriel movió las llaves logrando
encender el automóvil, volví a sentarme en el volante y continuamos nuestro
camino.
-¿Dónde están los demás Ángeles?-
-lamentablemente ya no lo somos-
-No te pregunte si lo eran o no
te pregunte ¡¿Dónde están?!
-¿Cómo esperáis que lo sepa? No conozco
este universo. ¡Podrían estar en cualquier parte de este mundo!
-¡me molesta que sean tan
irresponsables!
-¿y que querías que hiciéramos? No nos diste tiempo para planificar nada, solo hicimos lo que en ese momento pensamos que era lo correcto.
En este instante Gabriel grito de
dolor, me asuste tanto que descuide el volante y el automóvil resbalaba sin
sentido.
-¿Qué tienes? Grite con angustia.
-el… el principal si está en este
plano, el… él está riendo a… carcajadas dentro de mi… él está en un gran
templo, con seres alados por donde mires y un objeto… parece un obelisco
-¡La cúpula de san pedro!