El final del antiguo Arcangel
¿Cuánto tiempo he pasado entre estas ruinas? Si no fuera
porque los años me parecieran días diría que he estado acá por unos cuantos
años. Aquí prácticamente comenzó el descenso de esta existencia humana, pero…
siempre me gustó el trono de ese hombre al que adoraban como el vicario de un
dios.
¡sí! Es placentero ver
las ruinas de los frescos donde el ser humano trato de expresar la
majestuosidad del plano al que llamaban cielo, pero sinceramente, el cielo que
se ve entre las enormes grietas de esta capilla es más hermoso que estos
frescos.
En el pasado me gustaba venir acá y maravillarme con la
inocencia humana ¿así piensan que es el plano de la luz? Bahhh, estos humanos
no tienen ni idea de cuan bello es el laberinto que custodia la entrada a ese
verdadero plano más… ¿Por qué pienso estas cosas? Si… ya lo recuerdo… solamente
estoy divagando; tratando de no hacerle caso a esos dos que están en la entrada
de la capilla Sixtina.
-¿a qué se debe el honor de verlos juntos a los dos?-
Trataba de no pensar en lo que sucedería mientras me reía de
aquellos dos dragones, al momento que estaba resegado sobre el trono papal
viendo al cielo. Mas ellos no decían nada, eran como dos sombras que se dejaban
ver por el ínfimo sol que aún no ha empezado a convulsionar
Pero así pasaron más de dos horas. No decían ni una palabra
pero tampoco se movían, es más pareciera que nunca respiraran, y esa distancia
que nos separaba me daba la sencilla esperanza de escaparme de esos dos pero ¿podría
hacerlo? No lo sé, solo estaban parados en esa entrada y su presencia me hervía
la sangre
-¿Qué diablos hacéis vosotros dos hay parados?- grite
mientras me sentaba cruzando las piernas
Mas su silencio era sepulcral.
-¿Qué hacéis los perritos falderos de ese desgraciado padre
de dos seres que sois siquiera capaces
de hablarme?… veo que vosotros sois unos mal educados
-¿sois Uriel? Dijeron al mismo tiempo
-¿Por qué preguntáis algo si sabéis la respuesta?
-¿el Principal os ha llamado? Dijo Apep secamente
-¿y que quiere él? ¡ya cumplí con mi destino! Es más,
traicione a mi padre ¿Qué más quiere? Solo… ¡dejadme solo!
-Padre desea quitaros la vida- exclamo Typhon
Aunque estos dos dragones hablaran era como si no lo
hicieran, ni siquiera se mueven sus labios, solo estaban en esa entrada, como
una mancha negra imposible de quitar, eran como la oscuridad del universo, y
sus voces eran aún más profundas que este infinito universo.
El antiguo Uriel volvió a sentarse en ese trono que era iluminado
por la luz rojiza que atravesaba las gritas de la capilla Sixtina
-si vuestro padre quiere matarme ¿Por qué no viene el mismo?
No quiero perder mi tiempo hablando con vosotros así que decidle esto al Principal…
díganle que venga y que me lama el culo… ¿Qué? ¿No les gusto? Ahhh si es verdad
vosotros no os molestáis con nada…
El silencio reino por unas horas más pero Typhon y Apep seguían
inmóviles y ya poco a poco la luz rojiza que iluminaba al antiguo Uriel se desvanecía
-¿Por qué no os retiráis? Vuestra presencia no es bienvenida…
¿Por qué no me matáis vosotros? Ahhh se me volvió a olvidar… sois incapaces de
desobedecerle- con esto Uriel siguió riendo mientras su mirada se perdía en el
cielo agonizante
-aceptamos vuestra propuesta- exclamaron al unísono
Sus cuerpos se convirtieron es una oscura masa que cubría el
techo de la capilla y así sus esencias atravesaron
a al Maestro vampiro como lanzas. Una a una atravesaron el cuerpo de Uriel lenta
y dolorosamente, pero, el seguía sonriendo mientras de su boca salía un hilo de
sangre así como las de sus heridas que fueron acumulándose en el suelo creando un
gran charco de sangre.
-hasta el sabor de i sangre es exquisito-
Estas fueron las últimas palabras de ese arcángel desterrado
por obedecer a sus padres. Pero a la final ellos lo traicionaron a él aunque obedeció
sus deseos hasta la última palabra.
Sus ojos rojos como un infierno se desteñían suavemente al igual que el rojo del cielo, sus brazos
perdieron su fuerza y se desplomaron hacia el suelo y por fin luego de eones de
tiempo el, empezó a sentir la paz y antes de que sus pupilas se dilataran… le sonrió
por última vez al cielo