Leviatán tocaba una suave melodía tras pasar sus dedos por
el arpa que fue el primer regalo que le dio el principal cuando este nació de los mares del reino al que no podían regresar.
Era su único tesoro, aquel instrumento que trajo consigo después de torturar a
Dumahel antes de que el destruyera las 9 entradas, sus cabellos azules le
llegaban hasta el suelo ya que estaba de rodillas frente al trono energético donde
el principal se mantenía sentado y pensativo, el mismo no tenía el valor de preguntarle
en que pensaba pues, la ira de un dios puede expresarse con tan solo una leve molestia.
El principal se mantenía sentado con sus piernas cruzadas y
su brazo derecho sosteniendo su cara mientras con los dedos de su mano
izquierda jugaba con 3 galaxias que chocaban unas con otras, y se mantenía mirándolas
con ojos levemente cerrados y un suspiro suyo hizo que estas se esfumaran con
el viento.
Luego su calmada mirada se posó sobre el arpa de Leviatán y
una de sus cuerdas se rompió al instante que su mirada se hacía más seria.
Leviatán se quedó inmóvil tratando de ignorar que había sucedido,
sabía que algo le preocupaba a su padre pues,
él nunca se ha abrumado tanto como para quedarse semi-dormido escuchándole
tocar el arpa pero…
-¿Qué os sucede? Replico Leviatán con leve susto.
Con sus palabras lo único que logro fue que el Principal le
mirara directamente a los ojos y este le apunto con su dedo índice.
-si vos tuvieses que
matar a uno de vuestros hermanos para tu morir ¿Cómo lo hacéis? ¿Suavemente
sintiendo como vuestras manos se tiñen del más exquisito rojo o tan solo
cortarle la cabeza? Replico el Principal con severa calma
-¿Por qué vos me preguntáis eso?
-si no podéis responder mejor guardáis vuestra voz.
Ahora se escuchaban los pasos de otro ser que se acercaba
con paso firme, La presencia de Drakon era la más pesada de los dragones, el nació
de lo más profundo del reino. Él era la esencia de la oscuridad que reinaba
brevemente el mundo después de que la luz se hiciera presente en su universo
sin esperanzas.
-¿Qué os preocupa tanto padre? Después de que la deidad de
la luz se marchara solo os has quedado
sentado creando existencias y destruyéndolas con solo mover vuestros dedos.
-vosotros conocéis esta guerra desde que todo empezó ¿Cuántos
universos han sucumbido? Seguro vosotros mismos no sabéis la respuesta pero… no pienso en esto… no… pienso en esa maldita hipócrita
que está al frente de mi templo… si… esta frente a lo único que le queda como ejército,
¡solo quedan dos almas más por destruir para que ella no tenga nada! Está viéndolos
con su típica mirada de confianza y tranquilidad, apuntándoles con su espada
tratando de averiguar cuál es la otra respuesta al acertijo.
-padre ¿Por qué hacéis vuestra vida tan tormentosa? Solo matadla
-¡callaos que ese es el problema! El primero que muera tendrá
la mayor potestad de la unión de nuestras conciencias, por eso no la he matado.
Si ella me mata mi mente dominara sobre la de ella y dominare el reino de la no
existencia, donde no existirán ni sonrisas ni llantos…
-una nueva existencia nacerá, donde no existe el dolor ni el
amor, aunque esta sea creada por las cenizas que se acumularan en los hogares
de familias quemadas por mi odio… ¡lo puedo ver
con mis ojos! Este será el universo definitivo donde no exista el
equilibrio… donde nunca habrá un
homicidio… donde no escucharas a un niño llorar ya que no habrá alguien que
mate y no existirá ese niño que pueda llorar.
Mientras decía estas palabras el principal se levantó de su
trono caminando hacia Drakon
-¿qué haced lo demás dragones?- pregunto al ponerse al lado
suyo
-¿Qué esperáis de esos dos? Solo están jugando en las
adyacencias del templo, además están viendo cual será el siguiente paso de la
deidad de la luz.
-¿y que esperáis lograr con eso?
-no lo sé, Typhon y
Apep son los más antiguos, ¿Quién sabe lo
que les pasa por sus cabezas o cuáles son sus intenciones?
-Decidles que busquen al antiguo Uriel y tráiganlo hasta acá…
¡tengo que matarlo yo mismo antes de que esta guerra y esta existencia sucumban!
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