Jamás me había sentido tan temeroso, ¿y quién no lo estaría al
sentir la ira de un dios? Hasta ese momento pensaba que nuestro destino lo podíamos
forjar con nuestras acciones, pero al ver como ella se reclinaba en su
sufrimiento, solo en ese momento pude dar un paso hacia atrás mientras mi mano
derecha buscaba el mango del fusil que guindaba de mi espalda, al sentirlo trate
de mirar dicho fusil pues era lo único que me hacía sentir seguro. Solo fue
perder mi tiempo pues no podía controlar mi mirada, esta se posó nuevamente
sobre la cabeza de esta diosa al que llamaban “Amy”
No podía dejar de sentir esa vibración que salía de su
cuerpo, la misma estremecía cada rincón de mi propio cuerpo y ella suavemente subió
su rostro y poco a poco observe esos ojos marrones característicos de una mujer
latina aunque… no paso mucho tiempo hasta que sus retinas cambiaran al rojo más
sanguinolento que se pueda expresar. Esos ojos se fijaron en los míos y el
mundo desapareció.
Era como un tiempo dentro de mi tiempo, un mundo paralelo al
mío pero ¿Dónde estábamos? Y ¿Qué paso con el agonizante mundo donde todo es
confusión?
-Discúlpame…
Se escuchó la voz de Amy venir desde el aire, desde el cielo
y desde el verdoso e infinito césped que me rodeaba
-¿A dónde me trajiste?
-estoy acá…
Amy permanecía sentada en el pasto con sus piernas cruzadas
apoyando su cabeza sobre su mano izquierda, su mirada era triste y feliz al
mismo tiempo, sus ojos eran casi cristalinos y un suave viento meneaba sus
largos cabellos.
-¿Dónde estamos? Volvió a preguntar Divad
-pensé que lo entendías- respondió Suspirando
-soy un dios puedo… -
Pero Divad interrumpió
-se lo que eres y
creo que este es un universo paralelo al mío pero ¿Por qué me has traído hasta acá?
Pensé que estabas furiosa y querrías destruirlo
todo- asintió Divad
-de alguna forma has recuperado vuestros recuerdos, pero en
forma parcial. Ahora recordaras todo
Al terminar sus palabras Amy levanto su brazo derecho con
aburrimiento apuntándole con uno de sus dedos, Divad se quedó inmóvil pero cayo de rodillas al
sentir de nuevo esa vibración que sintió antes de entrar a este universo.
Recordó aquel día pero no lo vio desde su mente; los verdes
pastos se transmutaron en esas calles cubiertas de nieve y se vio a si mismo
hablando en ese café con Amy, recordó lo mucho que le atraía de Amy pero para
su horror no se quedó viendo su imagen, se quedó viendo el recuerdo de Amy que
le miraba directamente a los ojos, era como si ella ya supiera que él estaría mirándole
a través de sus recuerdos.
-todo lo que nos ha pasado, a ti y a mí ya era parte de mi imaginación,
la imaginación de un dios que te creo a ti y a esa señoría que te mira, en ese
momento pensarías que te está ignorando pero mientras le hablabas en esa época,
ella, ósea yo… te estaba mirando a ti mientras recordabas todo.
Ahora todo se esfumo y entraron en el recuerdo de la iglesia
donde se suponía habían entrado para escapar de la tormenta de nieve, pero
Divad estaba frente al altar de esa iglesia viéndolos a los dos sentados pero
el recuerdo de Amy aún seguía viéndole directamente a los ojos mas esta vez
desviaba la mirada hacia el recuerdo de Divad.
-en ese momento, yo la deidad de la luz incite a Amy a mostrarte la verdad de todas
las verdades… ahora ¡recuérdalo!
El mundo del principal se desplego alrededor de Divad y Amy,
el templo se esfumo entrando a ese reino donde la esperanza está perdida, Divad
vio las 9 pruebas y así mismo entendió como superarlas todas, pero esto tenía
un precio demasiado alto, el sufrimiento de todo iniciado nacía del saber cómo
superar todas las pruebas pero… era demasiado dolor concentrado, tanto que ningún
corazón podría soportarlo.
-por esto… yo borre parcialmente tus memorias para que no
murieras en ese instante aunque… admito que por mi falta de experiencia de ese
entonces, el sello lo cree dañado y ciertas memorias… volvieron a tu mente
-¿Por qué me muestras todo esto? Grito Divad llorando al
agarrar el césped que había aparecido en ese justo momento.
-porque… eres mi aprendiz- susurro Amy
-¿Cómo que tu aprendiz? ¡Yo no elegí esto!- volvió a gritar
-si lo elegiste. Lo
elegiste al momento de hablarme e insistir en saber quién era yo y que me
pasaba en esa época. Tú y solo tú tomaste la decisión de saber más de mí y pediste que te explicara qué
y quien soy…
-maldita sea… ¡maldita sea! Te lo repito… ¡yo no elegí esto!
Pero por más maldiciones que Divad le lanzara a Amy esta
solo pudo devolverle esa sonrisa que
tanto admiraba al antiguo Dumahel
Divad se quedó perplejo al sentir esa mirada pacífica y esa
sonrisa llena de felicidad
-¿sabes algo Divad? Yo nunca pude tener una charla común con
mi maestro y… quisiera que me hablaras más de ti y yo como deidad puedo
responderte cualquier pregunta que nazca de tu corazón, eso sí, no hablemos de
esta guerra.
Divad se quedó callado y se acercó amistosamente a Amy sentándose
frente a ella
-¿Por qué nos diste tan poco tiempo de vida? Siempre quise
poder ver crecer a mis nietos si es que alguna vez los tengo…
-hubiese querido que habláramos de cualquier otra cosa pero…
está bien, os diré que su tiempo es perfecto, ni muy largo ni muy corto y esa
es la verdadera alegría, si vuestro tiempo fuese muy corto no podréis sentir la
alegría de ser abuelo y si vuestras vidas fuesen muy largas entonces no gozareis
de vuestros nietos a plenitud, pues sabes que no los veréis por mucho tiempo y
si… tendréis muchos nietos, solo confía en mí.
¿Cuál es la razón de nuestras vidas?- pregunto con timidez
-esa es la pregunta que los tuyos han querido hacerme
durante milenios y la respuesta es tan sencilla que la obviáis demasiadas veces
y demasiado rápido. Os cree para que viviesen cada amanecer y cerraran sus ojos
en cada atardecer, existen para poder vivir y gozar no solo de la alegría sino también
del dolor
-ahora os preguntare algo que no puedo saber… ¿Por qué siempre
os enamoráis de mujeres que solo te hacen daño?-
Divad se sonrojo al instante mientras que Amy seguía regalándole
esa sonrisa de satisfacción
-Por qué… no lo sé… siempre veo el lado bueno de las
personas y jamás quise ver su verdadero
ser…
-¿y que puedes ver en mí? Replico Amy al instante
-admito que me dabas mucho miedo y vi en tu rostro mucha
tristeza, siempre supe que eras algo especial pero siempre mostraste a los demás
tu tristeza y no lo que en verdad eres… una guerrera
-gracias… ¡esto es lo que quería!, quería hablar con mi
aprendiz como si tú nunca fueses un iniciado y yo nunca fuese un dios. Disculpa
por todo el dolor que os hice sentir pero era necesario y es necesario que me
despida pues no tendré otra oportunidad de hacerlo.
En un pestañeo Divad estaba al lado del antiguo Dumahel y volvió
a mirar a su maestra, a su diosa que ya no tenía rostro de furia. Ahora tenía
el rostro de aquella mortal al que llamaban Amy