El mundo del equilibrio 2
Capitulo 3
Divad
Capitulo 3
Divad
Maldito sea el amor, maldita sea la humanidad, no lo digo porque
este molesta… lo digo porque ya solo quiero paz, y no la encuentro, para mi
seria un placer desquitarme de este sentimiento que ahora nace por mi lado
humano mas nunca se acabara, pues ni siquiera un mortal podría acabar mi ya
eterno sueño hecho vida, aunque a veces solo recordar su fuerte y sin vida mano
distrae mis pensamientos. Pero todo lo
que toco lo destruyo de alguna manera, el contacto humano se me ha hecho
imposible en estos absurdos días en que intento vivir mas que nunca.
Era invierno el 24 de marzo de este ese año, estaba en una cantina, era acogedora los
manteles eran azules, y en la mesa estaba un pequeño recipiente con sal y azúcar,
había logrado comprar unos guantes de seda con el poco dinero que aun me
quedaba en mis bolsillos, era frío el aire que me rodeaba, si sabia que estaba
progresando en este deseo de cumplir sus designios al despedirse con esa nota,
lo sabia porque estaba sintiendo ese gélido ambienté que me rodeaba, lo compre
justamente para poder tener un pseudo contacto físico con las personas, si ellos tienen la mala suerte de tocar mi piel directamente ya no sabría que
consecuencias tendría, no tenia hambre pero me gustaba ver a las personas andar
de un lado a otro dejando sus pasos en la nieve, no podía sonreír mas me sentía
bien, despejando unas horas de mis típicos y milenarios pensamientos.
Un hombre se sentó frente a mí y se quedo mirándome mientras
yo veía a través del espejo obviando su presencia
-hola ¿Cómo te llamas? No te había visto pasar nunca por acá-
decía sonriéndome pero extrañamente no veía en su rostro
rastro de malicia, mas me daba miedo
decir algo, y me sentía apenada, pero una fugaz memoria atravesó mi imaginación,
si… vi su vida entera antes y después de este tranquilo momento, vi que era un
buen hombre mas pasaría su vida de forma solitaria, solo mujeres que se aprovecharían
de su gran inocencia atravesaran sus vida, y el sufrirá como nunca por ellas,
es un gran hombre, y será un gran amigo, toda su agobiante vida paso por mi
mente tan rápido como sus pestañeos pero como sabrás el tiempo seguía siendo
algo relativo.
-hola…. Estoy solo de paso viendo como los copos de nieve se
acumulan en este mundo y como las personas obvian con sus propios problemas la
sutileza del mundo que les rodea-
-ohhh ¡que profundo! Me sorprende ver a una mujer tan detallista
siendo tan fría-
Entendía sus palabras a pesar de que trataba de ser amable,
mi rostro es mas frío que la nieve que trataba de ver hace unos minutos.
-discúlpame es que no me he sentido bien estos días- pero quería
decir años mas extrañamente le sonreí
-¡por fin te veo sonreír! ¿Y sabes que? Tienes una hermosa
sonrisa-
Me apene tanto que empecé a sonrojarme ¡yo un ser que no
puede mostrar su humanidad con nadie! Me sorprendí de mi misma, no puedo creer
que Araxiel y todos mis atormentadores antepasados dejaran que pasara esto… pero me
gustaba, mas de lo que imaginaba.
-y… dime algo sobre ti, no pienses que te estoy coqueteando
pero ¡es que me intrigas! Note que estuviste toda la mañana viendo por la ventana, una mujer tan hermosa como tú pero tan solitaria-
-lo se, es que prefiero no lastimar a la gente-
Inesperadamente me tendió su mano
-me llamo Divad, es un placer conocerte-
Me sorprendió tanto verle sonreír y presentarse de forma tan
inocente que sin querer le deje el brazo extendido varios segundos, apenada
viendo hacia la ventana de la cantina decidí responder, al fin y al cabo su inocencia
será su perdición.
-todo un gusto me llamo Amy, y disculpa si te deje con el
brazo extendido, no acostumbro al contacto físico, pero me agradas- sorprendentemente se lo dije sonriendo.
-¿te parece si caminamos un rato?- no supe como decirle no a
alguien que sin duda alguna no tenia ningún rastro de malevolencia, así que
acepte.
El me abrió la puerta caballerosamente y yo le agradecí con
un sutil gesto, el viento movió mis largos cabellos y por un instante se me
olvido que antes cargaba una armadura y ahora cargo un traje, algo formal para
esa época y ese lugar.
Caminamos durante algunas horas entre la brisa y la nieve, él
se recogía los brazos y temblaba del frio pero yo apenas podía sentir lo que a él
ya le estaba abrumando.
-¿siempre eres tan callada?-
-en un tiempo no lo era pero las cosas han cambiado-
Ahora se formaba una tormenta de nieve a nuestro alrededor,
el tenia mas y mas frio y yo por no parecer extraña intente fingir que también lo
tenia, escuchaba la brisa como una dulce canción, y la nieve eran los músicos de
aquella orquesta, el apenas podía ver delante de el, aunque... yo veía sin
problemas.
-oye ¿te parece si entramos en esa iglesia?-
No note que estaba cerca y hace mucho que no entraba en
estos templos, no dije nada y decidí entrar con el.
-Hace mucho que no entraba a un sitio así y disculpa estos lugares
me ponen bastante incomoda-
-¿Por qué? ¿Alguna mala experiencia de niña?-
-algo así, no me gusta ver las estatuas-
Caminamos entre los bancos, no me sentía bien pero trataba
de controlarme, quería irme, correr y desaparecer de esa existencia, las iglesias me
recuerdan aquel mundo de horror que existe mas allá de este.
Él se sentó al frente y me ofreció un puesto, yo al ver que
no tenía opción me senté a su lado, extrañamente… de forma tímida.
-disculpa es que no logro adaptarme a este mundo-
-¿a que te refieres?-
-es difícil de explicar- decía con rostro triste mirando al
suelo.
Era una pequeña catedral, los pisos eran de mármol, la
madera de los bancos era oscura, había varias estatuas de vírgenes y otras imágenes,
y al frente aquel dorado altar que me negaba rotundamente a mirar.
-¡anda… cuéntame! Una
mujer tan hermosa no tiene que sentirse tan mal-
Cerré los ojos y lentamente alce la mirada, me quede viendo al cristo que
estaba en el centro de aquel altar, y me le quede observando, decidí que a el…
solo a él le diría la verdad.
-tienes la opción de arrepentirte, y borrare todo recuerdo
de que en algún momento me conociste y que viste lo que te voy a mostrar ahora,
eres un hombre muy dulce, como muy pocos he conocido y no mereces saber la
verdad-
-¿a que te refieres? ¡Nunca me arrepentiré de haberte
conocido! Pasamos un buen rato- decía mirando hacia el techo inocentemente.
-solo recuerda… fue tanto decisión, como la mia-
Ahora las imágenes, aquellas vírgenes, santos y todas las estatuas empezaron a llorar sangre sin parar, tanto que la sangre llego al suelo; el fuego de
las velas creció como llamaradas, y Divad se levanto, camino unos pasos hacia
adelante para luego caer de rodillas al suelo, todo lo que nos rodeaba se
esfumo y vio el mundo de la desesperación, así como yo misma lo vi… horrores
inimaginables; me levante dando unos pasos colocándome detrás de él.
-yo soy, y no soy
humana, dentro de mí están milenios de conocimientos, y así milenios de
tragedias y sufrimiento quiero dejar de existir mas vivo en un eterno sueño al
que ustedes le llaman vida-
Así como yo vi todos los horrores del mundo, deje que el los
viera… cuerpos mutilados, violaciones, ciudades envueltas en llamas, los
cuerpos de sus familiares y amigos dentro de sus ataúdes en el momento que les diría
adiós, todo el dolor que yo viví y el viviría, ahora mientras el gritaba yo empecé
a llorar, con cada lagrima que caía al piso, mas dolor atravesaban sus ojos que
eran tan inocentes como la rosa que mantengo en mi mano izquierda, hasta que me
controle y deje que ese bello hombre dejara de sufrir.
-¿ahora me entiendes?- decía sollozando con la mirada fija
en el suelo.
El mundo regreso a la normalidad en esa iglesia, el lloraba también
y lloraba como un niño, me sentía culpable, solo le mostré horrores que podrían
destruirle su mente y mientras él se agarraba su rostro me agache y le di un
abrazo.
-disculpa por hacerte esto ahora quitare de tu mente todo
recuerdo, todo lo que viste y también olvidaras mi rostro, gracias por ser tan
bello conmigo harás muy feliz a la gente pero tristemente tu nunca lo serás-
Ahora puse mi mejilla izquierda con su rostro mientras lo
abrazaba, recordé como sane a mi maestro y así lo sanare a él, sus recuerdos se
materializaron como luz dorada siendo absorbida por mi piel lenta y progresivamente y antes de irme me despedí dándole un
beso en la frente.
Mientras salía sonreí pero por dentro seguía destruida ahora
más que antes… de conocerte a ti, Divad.
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