domingo, 24 de julio de 2011

El Mundo del Equilibrio Capitulo 11

Capitulo 11
Sirrah el señor de los caminantes
El antiguo caminante de la noche, mientras fumaba un cigarrillo se sentó al borde de un acantilado, la luz del fuego de la muralla flameante permitían ver su ojos amarillos con un iris en forma de cruz, así se dispuso a colocar su cigarro en su boca, mientras aspiraba levemente se dispuso a mirar la fortaleza ya a lo lejos, sus ojos permitían ver claramente todo a su alrededor no importa cuán lejos se encontraba, así noto una mujer allá en lo más alto de la torre principal , de su rostro salió una sutil risa mientras expulsaba el humo de su cigarro, miraba sus manos mientras terminaba de fumar, y cuando esto paso lanzo la colilla a un lado

-es hora de seguir mi camino- exclamo

Así se lanzo al acantilado estirando sus brazos para caer como un crucifijo lanzado al vacio. El, giraba varias veces mientras caía al interminable vacio, cuando por fin llego al suelo mágicamente quedo arrodillado, mientras  este se erguía  otros caminantes estaban esperándolo en el suelo, estos eran la escolta de aquel hombre, con un pequeño saludo estos se disponían a continuar la exploración

 Empezaron a flotar sobre ya los habituales cuerpos que cubrían la planicie que rodeaba a la fortaleza pero aun así un cuerpo pudo aferrarse de la bota derecha del caminante principal

-¡auxilio! ¡Te pido misericordia! ¡Dejadme morir en paz!
-
-yo Sirrah señor y amo de los caminantes de la noche, primero y último de mi casta pondré fin a tu tormento, iras al olvido y perderás el ya poco honor que te queda, nadie te recordara ni en esta vida ni en ninguna porque así de grande es mi voz y así de infinita es mi palabra.

Con el último aliento que le quedaba este estallo en llamas y ni siquiera cenizas quedaron de aquel cuerpo.
Sirrah antes de continuar su camino volvió a mirar la muralla que queda a pocos kilómetros de distancia, recogió sus largos y blancuzcos cabellos amarrándolos con una cinta la mitad negra y la otra blanca.

-Es hora de dejar los juegos-

Se alzaron a mas altura y cuando por fin estaban a una distancia considerable del suelo, Sirrah con una sonrisa diablesca vio el mundo mas allá del muro de fuego, aunque era un iniciado como todos los que estaban en el castillo el tenia una notable afinidad con la maldad, el era lo contrario a Amy el era el lado oscuro de los iniciados, nunca pudo controlar el equilibrio, pero no murió en el proceso y por esto era el candidato perfecto para ser el señor de los caminantes de la noche, su vida se convirtió en un infierno así que se resigno a cumplir con su destino.

Los caminantes de la noche… Ellos pueden negociar y tratar con demonios y caídos, son como una especie mediadores, aunque cada uno de ellos llevaba el nombre de una estrella su personalidad estaba fuera del equilibrio, pueden pasar la muralla a su gusto, pero su principal tarea a parte de explorar los límites del muro de fuego es informar al Gran iniciado, aquel líder en el castillo de todo lo que aparentemente ocurre del otro lado

Sirrah lleva puesta una armadura bastante pesada y negra como el carbón, mantiene muchas de sus costumbres mortales, una de ellas es su adicción al tabaco, ya calmándose este expulso un par de alas griseas tendiendo al negro de su espalda, se lanzo con gran fuerza hacia el gran muro con una velocidad amenazadora, lo que los escoltaban ya conocían esa rutina de su señor, a él le gustaba observar solo el mundo de los caídos principales mientras fumaba un par de cigarros, ellos continuaron sin su señor ,el no necesita protección, solo es una mera formalidad que le estén dando guardia.

Un mar de sangre hirviente recorría otra planicie y este se extendía ya por dos volcanes que se situaban uno de un extremo y el otro siguiente, estos expulsaban cadáveres descompuestos y caían al rio, Sirrah podía ver que más cerca de aquel extremo de la muralla se encontraba un caído superior muy cerca de la puerta.

No entendía que hacia un ser con ese rango tan lejos de los palacios donde rige el superior, así que se acerco a un gran pórtico, en estos… dos grandes pilares curveados hacia el centro adornaban aquella entrada, hechos con cráneos de hombres, otros eran rostros de niños sin piel, se podían apreciar sus músculos desgarrados, todos decían al mismo tiempo.

-ohh ¡el grandioso Sirrah ha vuelto!-

Mientas decía esto su largas lenguas trataban de tocar el rostro de Sirrah pero no podían. El sabía a qué distancia ellos no pueden hacerle nada.

-Sabes muy bien quien está del otro lado bestia inmunda-

-¡y a quien le importa! ¡Solo déjame lamer tu cuello!-

-¡no seas hipócrita! ¡Es uno de tus señores, ¿qué hace el aquí?!-

Sirrah agarro varias lenguas con su mano izquierda, saco una daga y las corto.

-¡no estoy para juegos maldita escoria!- dijo Sirrah

Se escucho un fuerte y agudo chillido de los cráneos.

-ve por ti mismo y entérate… ¡algún día lameré tus huesos aquí y me masturbare con esos lindos cabellitos tuyos!-

Jajajajajaja gritaban los cráneos

 La puerta de sangre, fuego y huesos se abrió lentamente para dejar que Sirrah pasara el gran muro de fuego, el se dispuso a caminar entre los cráneos que le blasfemaban, lanzado mas lenguas con una gruesa baba, aun así no lo tocaban, le tenían un natural miedo y un aparente respeto al señor de los caminantes.

Cuando el atravesó la muralla, pudo sentir otra vez la atmosfera cortante, una fuerte brisa y un calor indescriptible de este lado del muro, aun así el estaba acostumbrado pero aquí sus alas se consumieron, ellas representan su extraña relación con el mundo que acababa de abandonar momentáneamente,
A pocos metros estaba aquel caído superior, el señor Cypher con sus habitual túnica negra rojiza, alas carcomidas, cabello blancuzco como el de Sirrah, de el emanaban miles  de espíritus que representan su gran ejercito.

Tenía los brazos cruzados. Cuando Sirrah se le acerco lo suficiente para poder dialogar con el Cypher  dijo

-Yo soy el ejercito al que los tuyos le temen-

-Y que te hace pensar que no lo soy yo aquel ejercito al que los tuyos le temen- dijo Sirrah

-vanidad, vanidad tú y tu arrogante vanidad-

De Sirrah salió otra sutil risa, cuando se dispuso a sacar otro cigarro Cypher creó algo de fuego lanzándolo a aquel cigarro, encendiéndolo en ese instante.

Sirrah le daba unas bocanadas cruzándose los brazos y dejando caer al suelo las cenizas

-Ya sé todo lo que tengo que saber entonces, ya me imagino tus intenciones y sé que nada de lo que les diga cambiaran ese típico placer de guerra que siempre han contenido en este mundo-

Sirrah le dio la espalda tirando el cigarro

-si es guerra… guerra tendrás-

Volvió a pasar por el gran pórtico, cuando regreso de aquel mundo se detuvo, vio aquel castillo y sabía que tenía que hablar con Dumahel.

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